Editorial adarga nº 1
- Categoría: Editoriales
- Escrito por Revista adarga
Nace lo que renace
En junio de 1980, aparece en Madrid, pero con contenido internacional, la revista Adarga. Por qué la revista, por qué entonces, por qué su nombre.
El año 80 se inaugura para nuestra Organización con una escisión que, por las especiales circunstancias del relanzamiento de la CNT como escenario de confluencia de fuerzas diversamente orientadas y como lugar de suma tensión entre sus componentes tradicionales, podría ser aludida, remedando a García Márquez, como “crónica de una escisión anunciada”. Previamente, las fuerzas franquistas y “antifranquistas” habían firmado los Pactos de la Moncloa que suponían el anuncio de la puesta en marcha de una estrategia activa de acoso y derribo a nuestra Organización que fue plasmada, no tardando mucho, en los criminales sucesos del “caso Scala”. La ola que, tras los “Pactos”, le iba a venir encima a la CNT amenazaba ser mortal, pero la CNT reaccionó inmediatamente con una energía indomable y, tras ser puesto en práctica el primer ataque serio con la consumación de escisión, plasma su energía en tres pasos fundamentales. El primero de ellos sería la Conferencia Nacional de Barcelona que debate los resultados del V Congreso y afianza y cohesiona la Organización. El segundo paso se promueve contra el Instituto de Historia Social de Ámsterdam que, alegando la escisión pretendía poner dudas sobre la titularidad de los documentos confederales y libertarios allí depositados y disponer de ellos con mayor holgura. El tercer paso fue la iniciativa de disponer de una revista teórica de gran fuste y alcance internacional como arma fundamental de ideas para la lucha ideológica que se desataba. La lucha planteada presentaba una novedad respecto a las anteriores, la de que, en ella, los enemigos de hecho de una idea se presentaban como pretendidos representantes de la misma, pues la necesidad del Sistema de transición era la de, retorciendo lo que fuere, integrar en él fuerzas que, con anterioridad habían sido enemigas de los promotores de tal sistema. Frente a ese novedoso peligro, se requería un aparato teórico fuerte, robusto, inteligente, fino y profundo para desentrañar todos los ardides, sofismas y falacias que constituían las bases de sustentación de los agresores sostenedores del sistema, en el que se acogía a los escindidos. Los principios anarcosindicalistas y sus modos de ser y actuar se encontraban en serio peligro de ser aniquilados mediante una estrategia coordinada de todos los demás, armados de todos los medios político-administrativos, mediáticos y represivos del Estado. Era, pues, inminentemente necesario ese instrumento teórico y a ello se prestaron valores nacientes de entonces y plumas libertarias ya avezadas en las luchas de ideas, secundadas por pensadores libertarios allende las fronteras, como Cano-Ruiz, Cappelletti o Peregrín Otero. No podía faltar, en ello, tampoco nuestra Federica.
El momento era de lucha inminente, de agresión y ataque al corazón del anarcosindicalismo. La respuesta, pues, habría de ser de barrera carrada sin resquicio frente a la consigna de la confabulación reaccionaria, tiempo, entonces, de defender, de dejar sin efecto todos los dardos envenenados lanzados por los confabulados contra las bases del anarcosindicalismo. De ahí el nombre elegido de Adarga, tomado del del viejo escudo de piel, primero, cuero, después, en forma de corazón copiado de los árabes, un nombre que dio, como derivado, el verbo “adargar”, que incluía no ya la sola defensa pasiva, sino la defensa activa hacia fuera más concorde con la esencia libertaria del anarcosindicalismo.
El alma viva de todas estas inteligentes, valientes e intrépidas iniciativas fue Gómez Casas, nuestro Juan, nuestro Juanito de Madrid, el hombre esforzado de la lucha clandestina, pintor de brocha gorda para ganarse el pan, historizante, periodista, organizador, el gran hombre de la CNT del relanzamiento y la Transición, el gran Juan clarividente en las situaciones concretas, cotidianas, el Juan de aquel gran tenso y triste momento de todas las fuerzas confabuladas para destruirnos, el hombre de la fina sensibilidad para percibir cualquier forma de reformismo en la Organización, para visualizar su peligro y oponerse a ello con toda decisión. Su distanciamiento de los escisionistas en el París de aquel 1945, concentrados luego en “Frente Libertario” y aplicados a su tendencia colaboracionista y politizante; su punzante crítica del “cincopuntismo” y de todos los cincopuntistas, descubiertos y encubiertos; su decidida oposición al pestañismo y su afirmación rotunda de que las ideas-fuerza del anarquismo estaban en la CNT, que por eso, era, había de ser, anarcosindicalista; todo ello describe a aquel gigante en su pequeña vestidura de humildad y sencillez. Aquel inmenso Juan que dijo de los encubiertos “aquellos que no puedan explicar o desarrollar satisfactoriamente, hasta las últimas consecuencias, el concepto de autogestión quedarán atrapados en sus contradicciones”. ¡Aquel agudo Juan, azote crítico de los “paralelos”, aquel analista profundo de lo que significó el V Congreso, aquel contundente descubridor de la esencia antianarcosindicalista de los que hicieron escisión en el 80 y en el 84! ¡Ese Juan nuestro que todos guardamos en nuestro corazón y en nuestra memoria!
Hoy, vuelve a renacer la revista Adarga. Y lo vuelve a hacer porque estos tiempos de ahora tienen los tintes, aún más marcados, de aquellos en los que, además de la cotidiana lucha material y práctica, la defensa cerrada y teórica del anarcosindicalismo frente a sus agresores era inminente e inexcusable. Hoy los principios del anarcosindicalismo, sus modos de lucha, organización y funcionamiento, su ética individual y colectiva están siendo abiertamente conculcados desde dentro de la Organización misma. El enemigo, también, como antes, con aires fingidos y aprendido lenguaje de familia, está dentro de casa. Mediando encubiertas ayudas, ha sabido entrar sigilosamente y se ha buscado acomodo en la misma, tratando, incluso desde ella de afectar y contaminar el anarcosindicalismo exterior internacionalmente organizado. Es tiempo, pues, ahora también, de adargar, de defender principios y modos, con toda la energía que siempre el anarcosindicalismo tuvo.